Superman II es mucho más que una secuela de uno de los grandes éxitos del cine; es un reflejo fiel del conflicto entre el arte y la industria, entre la visión épica de un autor y las concesiones impuestas por los intereses comerciales. Nacida de un proceso de producción complejo, largo y turbulento, la película arrastra consigo dos almas en conflicto: la versión majestuosa, emocional y profundamente humana de Richard Donner, y la reinterpretación más ligera, cómica y populista de Richard Lester. La historia de Superman II no puede separarse de su accidentado desarrollo ni de los dramas que sacudieron su creación. Lo que el público vio en cines en 1980 fue sólo una parte de la historia. La otra, reprimida durante décadas, salió a la luz en 2006 con el lanzamiento de Superman II: The Richard Donner Cut, una suerte de justicia poética que, si bien llegó tarde, reivindicó una visión más coherente con el espíritu original del Hombre de Acero.
La historia comenzó mucho antes de 1980. Cuando Superman: The Movie fue concebida por los productores Alexander e Ilya Salkind junto a Pierre Spengler, no planearon una, sino dos películas interconectadas desde el principio. Se trataba de un ambicioso proyecto dividido en un guion de más de 500 páginas escrito inicialmente por Mario Puzo, autor de El Padrino. Aquel borrador fue reescrito posteriormente por David y Leslie Newman y por Robert Benton. Más tarde, el director Richard Donner, contratado por un millón de dólares para dirigir ambas entregas, incorporó al guionista Tom Mankiewicz para pulir el texto y darle la dignidad épica que el personaje merecía. Desde el primer momento, Donner imprimió una dirección más sobria, adulta y emocional a la historia, alejándose del tono Camp de las viejas series de los años 40 y 50.
De izq. a drcha.: Richard Lester, Gene Hackman y Richard Donner charlando durante el rodaje en Canadá.
De izq. a drcha.: Christopher Reeve, Richard Donner, Margot Kidder, Richard Lester, Pierre Spengler e Ilya Salkind.
La producción simultánea de ambas películas se convirtió rápidamente en una carrera contrarreloj. El rodaje de Superman se extendió durante 19 meses sin que Donner recibiera jamás un calendario oficial por parte de los productores. Prácticamente trabajaba a ciegas. Cuando Superman: The Movie se estrenó en diciembre de 1978 con un éxito arrollador, Superman II ya se encontraba en un 80% completado. Warner presionó a los Salkind para acelerar su finalización. Pero en lugar de facilitar el trabajo del director, los conflictos entre Donner y los productores —especialmente con Spengler— estallaron. Donner llegó incluso a declarar que si Spengler volvía al plató, le golpearía en la cara. Las tensiones se hicieron insostenibles y, poco después del estreno de la primera entrega, Donner fue despedido por telegrama. La causa oficial: diferencias creativas. La real: los Salkind no toleraban su carácter independiente y su negativa a convertir a Superman en una caricatura.
De izq. a drcha.: Richard Donner, Christopher Reeve y E.G. Marshall.
En su lugar, fue contratado Richard Lester, un director británico con experiencia en comedias y en musicales como A Hard Day’s Night y Help! de The Beatles. Lester ya había trabajado con los Salkind en Los Tres Mosqueteros, una película que terminó dividiéndose en dos sin previo aviso al reparto. Con este nuevo liderazgo, Superman II cambió de rumbo. Mientras Donner aspiraba a una epopeya trágica sobre el sacrificio, Lester apostó por un tono más ligero, incluso absurdo en momentos, marcando una ruptura estilística visible incluso en la iluminación, los decorados y la actuación.

The Beatles, Richard Lester y su equipo en el set de Help!, en 1965. Fotografía realizada por Roger Fritz.
Lester no sólo debía terminar el 20% restante de la película, sino que, para obtener el crédito exclusivo como director (por exigencias del Director’s Guild of America), tenía que haber filmado al menos el 50% del metraje final. Esto implicó re-filmar escenas que Donner ya había rodado con éxito.
Escenas enteras fueron desechadas y rehechas. Por ejemplo, la secuencia de apertura original de Donner conectaba directamente con el final de Superman: la bomba nuclear desviada por Superman era la causa de la ruptura de la Zona Fantasma. En cambio, Lester ideó la famosa pero artificial secuencia de los terroristas en la Torre Eiffel de París, rodada entre septiembre y octubre de 1979. También la escena de las cataratas del Niágara, el primer momento romántico entre Clark y Lois, fue rediseñada con un enfoque más bufonesco.
La filmación continuó a inicios de 1980. El 4 de enero, Lester rodó la escena del enfrentamiento aéreo entre Superman, Non y Ursa en el Escenario A de los Estudios Pinewood. Entre el 1 y 2 de febrero, la producción se trasladó a Noruega, al condado de Buskerud, para grabar a Clark sin poderes caminando hacia la Fortaleza de la Soledad, así como el viaje en trineo de Lex Luthor y Miss Teschmacher. El 20 y 22 de febrero, se filmaron las escenas del vuelo de Superman hacia París, el inicio de la batalla de Metrópolis y su aparición final con la bandera estadounidense. Paralelamente, se grabaron miniaturas de la Torre Eiffel en el backlot de Pinewood. Finalmente, el 10 de marzo de 1980, Lester terminó el rodaje principal, cuatro días antes de lo previsto.
La ausencia de Marlon Brando, por un litigio con los Salkind que le dejó fuera del reparto de la segunda película, también tuvo gran impacto. Donner había rodado escenas de Jor-El esenciales para la transformación de Superman en humano. Sin Brando, estas fueron reemplazadas por nuevas con Susannah York como Lara, la madre de Kal-El. La eliminación de Brando no fue sólo creativa: fue una decisión para evitar pagarle su porcentaje de beneficios. Otro actor perjudicado fue Gene Hackman, que ya había grabado la mayoría de sus escenas como Lex Luthor, pero se negó a regresar al plató en solidaridad con Donner. Por tanto, en las tomas añadidas por Lester se utilizaron dobles de cuerpo y un actor de voz para sustituirle.
El 15 de diciembre de 1980, Superman II se estrenó en España, tras su paso por Australia (4 de diciembre), Francia y Noruega (9 de diciembre), Reino Unido (abril de 1981) y Estados Unidos y Canadá (19 de junio de 1981), donde en su primer día recaudó 4,5 millones de dólares. Fue la película de superhéroes más taquillera hasta entonces, superando incluso a Star Wars en ingresos del primer fin de semana. Llegó a proyectarse en 1395 salas, generando más de 100 millones de dólares en EE.UU. y 200 millones a nivel mundial.
Pero la historia no terminó ahí. Durante décadas, escenas completas rodadas por Donner quedaron en el olvido o dispersas en montajes televisivos. Secuencias como el desayuno de Superman con visión calorífica, la destrucción de la Fortaleza, o Zod usando una ametralladora en la Casa Blanca, alimentaron el mito de una versión alternativa. En 2006, tras años de presión de los fans, Warner Bros. lanzó finalmente Superman II: The Richard Donner Cut, con la supervisión de Donner y el productor Michael Thau. Este montaje rescató cerca del 85% del metraje original de Donner, incluyendo la presencia de Marlon Brando gracias a un acuerdo póstumo con su familia. Aunque incompleta —pues algunas escenas fueron reconstruidas con pruebas de cámara o efectos añadidos—, esta versión recuperó el espíritu épico, trágico y emocional que Donner siempre quiso dar a su Superman.

Existe una versión extendida de la visión de Richard Donner, exclusiva para plataformas en Estados Unidos.
En definitiva, Superman II no es sólo una secuela, sino el ejemplo más claro de cómo dos visiones creativas opuestas pueden marcar el alma de una película. Lester entregó una película funcional, con humor y acción, pensada para agradar al gran público. Pero Donner ofrecía algo más: una historia de redención, sacrificio y humanidad. Su Superman era un dios que quería ser humano, no por debilidad, sino por amor. La cámara no se burlaba de los sentimientos, los acompañaba. Y por eso, aunque ambas versiones existen, la de Donner es la que mejor resiste el paso del tiempo, porque no sólo creía que un hombre podía volar. Creía que un héroe podía amar, dudar, y aún así salvar el mundo.
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